Que nadie espere de este post una exposición “ex cátedra” sobre la crisis actual ya que no pasan de ser unas notas en un intento de entender, desde mi esquema y para mis amigos, el planteamiento del problema que lleva a proponer medidas de indudable intervención en la economía a uno de los países que más ha abanderado el liberalismo. Es decir, son unas líneas para andar por “casa” y sólo como acercamiento a saber cual es el problema.
Para poder entenderlo voy a simplificar al máximo, partiendo desde el propio origen del negocio bancario, algo tan elemental como captar depósitos y prestarlos a un precio superior. El negocio bancario se basa en ese margen de intermediación y en la observación, que ya hicieron las pioneras casas de custodia, que los depósitos de la gente aunque los podían retirar cuando quisieran se mantenían mucho tiempo y mientras tanto los podían dejar a otros ganado un diferencial. Los depósitos “a la vista” se podían convertir parcialmente en créditos por los que se cobra un interés superior. Es el ejemplo más claro del apalancamiento financiero (captar recursos a un precio y colocarlos a un precio superior). Es también la clave del efecto multiplicador del dinero.
Un deposito que entrega el Sr.X en un banco por importe de 100 puede ser prestado a otra persona o entidad, digamos que por importe de 90. Estos 90 son utilizados por esta segunda persona para pagar a un tercero, que a su vez lo coloca en una cuenta corriente bancaria (otro depósito) en ese u otro banco, que a su vez, lo presta total o parcialmente a una cuarta persona. Esta cuarta persona utiliza ese dinero para pagar a una quinta persona que lo coloca en un deposito y el banco utiliza ese dinero para prestarlo a una sexta persona..…… Se va multiplicando el dinero cuando en su origen sólo había 100. En política monetaria se controla con el coeficiente de caja con el fin de ajustar ese efecto y controlar la masa monetaria, como es sabido. De la misma forma, para que el nivel de apalancamiento financiero no supere riesgos excesivos se regula el coeficiente de recursos propios en los bancos con el fin de que no se recurra a deuda (a captar depósitos y prestarlos) de forma ilimitada y haya que ampliar capital para el mantenimiento de una relación adecuada.
Pero claro, todo va bien si el ciclo de flujos monetarios no se interrumpe. La cosa se complica si introducimos un impago. Más si son dos…. El coeficiente de caja da un margen de seguridad, el mantenimiento de los depósitos por más tiempo del que formalmente consta da liquidez, el nivel de los recursos propios da otro margen de garantía pero todo se desquicia si el proceso normal empieza a hacer “aguas” sobre este esquema elemental. El riesgo de impago, de liquidez, etc. pueden empezar a afectarse unos a otros.
Si ubicamos este esquema simple de funcionamiento de los bancos en estos años, hay que añadir obligatoriamente el acontecimiento de los préstamos hipotecarios. El auge inmobiliario coincide con una política de reducción de tipos de interés. Deuda barata y fácil de conseguir. Hubo momentos que se ganaba comprando una vivienda sólo con deuda y alquilándola. El coste de la deuda era inferior al alquiler. A este hecho se une que los bancos ven reducir los tipos de interés y, en consecuencia, estrechar el margen de intermediación. Para mantener sus volúmenes de beneficios habían dos caminos: o cobran más comisiones de servicios o incrementan y rotan más sus operaciones. Ha habido modelos de gestión para todos los gustos. El más dañino en este momento fue el que se basó en aumentar el volumen de operaciones dando facilidades y exigiendo garantías insuficientes bajo la confianza de unos horizontes económicos casi idílicos. En Estados Unidos se permitió una regulación y unas prácticas bien conocidas como las subprimes que agrava la situación: préstamos hipotecarios de mayor nivel de riesgo con más altos tipos de interés que se conceden a los que han venido a denominarse ninjas (no income, no job, no assets).
Otra vez hay que señalar lo mismo, todo habría ido bien si los tipos de interés hubiesen seguido bajos, si no cae el crecimiento económico, si no se resiente el empleo, si no se distorsionan los tipos de cambio, si no aumenta la inflación, si ….. Pero si alguno de esos factores “falla” afecta al resto.
La pelota está en otro tejado ahora y, probablemente, extendido a otros países. En este punto hay que introducir otro nuevo elemento muy controvertido que es el de las agencias de calificación de rating con sus AAA, BBB, AA …. y demás combinaciones de letras y signos para calificar la calidad o no de los títulos, las entidades, los países, con su consiguiente efecto sobre la pérdida de confianza en el sistema ante errores monumentales que han tenido. Los errores han sido injustificables pero también lo han tenido difícil en algunos casos ante la sofisticación de las titularizaciones con complicadísimas ponderaciones y repercusiones de riesgo en algunos de los títulos.
Quizás, aun habría que añadir otro elemento propulsor del efecto dado por la internacionalización de los flujos financieros y la globalización., el trader cash que ha incentivado endeudarse en monedas con tipos de interés bajos e invertir en títulos en monedas y rentabilidades mayores.
De forma simple, ese podría ser el planteamiento del problema. La solución, no la sé. Los liberales más radicales prefieren que caiga lo que tenga que caer y construir de nuevo cuando el mercado haya depurado. Los intervencionistas consideran que lo que va a caer es tanto que hay que intentar contenerlo porque viene un castigo inconstruible. Habrá que ver como la administración de los Estados Unidos se mueve en medio de la avalancha. Lo veremos porque está aquí.